Perfect days: cuando lo analógico le discute a lo digital

¿Cómo es un día perfecto? ¿Qué tiene que tener tu día para que sea perfecto? La filosofía oriental basada en el Wu wei, o incluso la católica franciscana occidental que aboga por la austeridad, nos vienen convenciendo de lo que el refranero español resume:  no es más rico quien más tiene sino quien menos necesita. Atesorar en el corazón las pequeñas cosas y no en las casas repletas de objetos, resulta ser una tendencia de moda que empezó con el minimalismo y se ha convertido en una suerte de mindfulness que muchos practican en busca del equilibrio emocional. Después de disfrutar de Perfect Days de Wim Wenders, creo que esta reflexión entre las muchas que propone, viene que ni pintada. Tienes que ver Perfect Days y sacar tus conclusiones. Es más, igual debes guardarte este post para cuando veas la peli para que no te condicione. Estas son las mías.

Tienes que ver Perfect Days y sacar tus conclusiones.

Una defensora a ultranza de la digitalización como yo, se rinde a dos horas y media de análisis de la realidad sobre lo que supone la pérdida de lo analógico en las relaciones humanas. El director ha elegido un trabajador que limpia los restos de deposiciones públicas de los lavabos de Tokio para representar cómo, desde probablemente uno de los trabajos menos agradecidos del mundo, se puede vivir y disfrutar con dignidad, de forma metódica y diligentemente. La narración eleva la profesión de limpiador de urinarios casi a la categoría del arte de la belleza. Para convencernos toda vía más de lo equivocados que estamos con nuestra percepción del éxito vital, el héroe sin violencia y pocas palabras es un hombre que vive en una sencilla casa en un modesto barrio con lo indispensable. Que compra libros de segunda mano en papel, que lee cada noche a la luz de una lámpara sobre un tatami que cada día recoge en una rutina exasperante para un observador del mundo en el que vivimos a mil por hora. Un hombre que guarda sus casetes de los 70s y 80s en una furgoneta de limpieza, que no se ha desecho de sus cintas de vídeo, que sigue haciendo fotos con cámara de carrete compacta. Un hombre que es feliz instalado en la cotidianidad de su día a día. Esta película es un aldabonazo a la insatisfacción generalizada de este mundo de 2024 ¿Por qué el resto no encontramos en esos días tan sencillos como perfectos la satisfacción? La satisfacción de las pequeñas cosas, esas que te llevan al aquí y ahora con la paz ansiada dándose a los demás.

Nos muestraa jóvenes que lo tienen todo en un dispositivo que ilumina sus caras pero apaga sus corazones

Los personajes secundarios enriquecen la trama de esta película. Nos muestra a jóvenes que lo tienen todo en un dispositivo que ilumina sus caras pero apaga sus corazones, jóvenes hartos de los digital que recurren a las cintas de música o a los libros en papel que tanto aprecia el protagonista. Material analógico que, analizándolo detalladamente, salva la vida de estos jóvenes que no saben de lo que huyen. Por otro lado, se nos da a entender que el protagonista ha decidido romper con algo que desconocemos e instalarse en su vida sencilla. Quiero pensar, por cómo se nos presenta el guion, que hay una historia oculta detrás de Hirayama-así se llama este lobo solitario y poco hablador- que le hace buscar cada día la contemplación de las hojas de sus árboles; los árboles son suyos  porque los esqueja y cuida con mimo. Estoy convencida que son la metáfora de otra capa argumental que podríamos seguir analizando. Papel, casetes, carretes y contemplar la copa de los árboles. ¿Se puede pedir más?

Aborda el deseo en la madurez, las escasas concesiones a los placeres de final del día con una visita a una cantina, la ducha en los baños públicos o hacer la colada al final de la semana en una lavandería. Un limpiador, un hombre sencillo, aburrido, insustancial, sin un objetivo en la vida se descubre a mitad de la película como rescatador de niños olvidados por madres estresadas, salvador de adolescentes que huyen de su familia, crush de jóvenes desengañadas de las redes, jugador en la sombra de las tres en raya anónima que cada día saca una ilusión a alguien y lo que es más, un aquí-estoy-yo para lo que necesites.

No pienses que al director le interesa lo escatológico de la profesión del protagonista, no. Puedes estar tranquilo que es una oda al civismo japonés, a sus baños impecables y ultramodernos que estoy segura se convertirán en objeto de alguna guía en IG para evacuar con estilo y limpieza. La ciudad de Tokio es un actor más captado con todo tipo de luces y perspectivas que pasan de la noche al día, de un barrio a otro para acompañar tu estado de ánimo como espectador ante los hechos. Tiene recursos de los que les encanta incluir a los estudiantes de cine en cada trabajo que hacen y siempre decimos que no abusen de ello porque no encajan en ese gazpacho fílmico que se empeñan en hacer. En Días Perfectos nadie se plantea que no encajen, porque todo es posible.

La BSO no escatima en recordarnos que la música de otro tiempo te hace más feliz, sobre todo si eres el mejor limpiador de servicios públicos de Tokio que anda abajo y arriba con su furgoneta cargada de papel higiénico y fregonas japonesas.

Cuanto más pienso en ella más me gusta. Habría tanto sobre lo que escribir… La capacidad de atraparte está sin duda también en la sensibilidad de los ojos que la perciben como parte o solución a lo que nos pasa. Habrá quien se aburra y no vea más allá de la tapa del urinario. Porque para tener un día perfecto está claro que solo necesitamos querer que lo sea. ¿La has visto ya? ¿Qué te ha parecido?

fotos A Contracorriente.


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