En el 10% de los hogares españoles se sufre la violencia filioparental. Según las últimas cifras más de 400 mil adolescentesa agreden física o verbalmente a sus padres. Estas cifras aunque asustan son solo cifras, pero cuando les pones la cara de Ana o de Natalia la cosa cambia. Los padres estamos muy perdidos cuando surgen problemas. Hay que pensar que nuestros hijos no son el problema, sino que tienen un problema. Pero ¿dónde acudir? ¿qué hacer? Lo que tienes que saber es que hay solución.
Ana es una madre que lucha cada día ante la adversidad que la vida le ha dado y no es poca. En un piso de cuarenta metros viven con sus hijas, la pareja de la mayor y su nieto de solo un año. Cinco personas en una casa en la que lo meritorio es no rozar. Pertenece a esa generación sándwich que cuida de su nieto para que su hija mayor acabe los estudios y además cuida de sus padres enfermos de cáncer. Templar gaitas con la vida es difícil. Una situación que superó a Natalia con 13 años y que la convirtió de una niña ejemplar a la pesadilla de su vida. Pero Ana reaccionó
“Yo creí que la perdía, era ella o yo, pero al final elegí por las dos y pedimos ayuda”
Natalia gritaba por todo, reaccionaba de mala manera por todo, convirtiendo la convivencia en un infierno. Acababa peleando físicamente con su hermana. Los amigos se distanciaron, el colegio se convirtió en una carga “Me llegaron a quedar hasta cinco” Ana recuerda que su caso fue muy difícil porque la niña no quería recibir ayuda.
La Fundación Amigó se cruzó en su camino. “Al principio ella no quería venir a terapia, gritaba y lloraba, pero ahora es la primera que necesita venir. Nos tratan de tal manera que parecemos de su familia” Y es que la ayuda integral que concede esta Fundación es fundamental, es una ayuda personalizada pero que apuesta por las personas y la familia. Llevan tan solo un año trabajando en el proyecto “Convivencia” pero han conseguido a tender a más 180 personas, en Madrid, como Ana y Natalia.
“A nosotros nos han salvado la vida de manera casi milagrosa” recuerda Ana. Natalia necesita seguir viniendo para hablar con su terapeuta y su psicólogo porque se siente más segura, pero en realidad ya la pueden dar el alta. Prueba superada. “Ahora estoy genial, he recuperado a mi amiga Noelia que la había perdido por mi forma de portarme mal, y estoy muy motivada con los estudios”, asegura. “Ahora quiera hacer de todo, quiere estudiar más teatro, tiene ilusión por todo”, dice la madre.
La Fundación Amigó con más de veinte años de experiencia en la ayuda a adolescentes y familias, ofrece este apoyo a todas las personas sea cual sea su condición económica. Este proyecto surge porque existe la necesidad de crear una figura intermedia de intervención que evite que la violencia filioparental acabe con los muchachos en los centros de menores. Cada vez son más los que acaban con medidas judiciales por la violencia en el seno de la familia.
Natalia dice que si tuviera que dar un consejo a un joven le diría que “no se calle las cosas, que las cuente, que exprese lo que siente y que se deje ayudar” Por su parte Ana asegura que “busque la ayuda de esta fundación, si yo la hubiera encontrado antes no habría sufrido tanto con mi primera hija, ahora Natalia y yo hemos recuperado nuestra vida”.
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*Fotos PIxabay